martes, 27 de diciembre de 2011

Propiedades táctiles en el papel

Los científicos japoneses Kohei Tsuji y Akira Wakita, de la Universidad Keio, en Tokio, ha inventado una técnica para incorporar al papel propiedades táctiles. iEl desarrollo no convierte una hoja en una pantalla, pero permite cierta interacción.

Es la primera vez que la tecnología táctil se incorpora al papel. Han creado un método para poder interactuar de forma sencilla con una hoja. De esta forma, al tocar la superficie es posible cambiar el color de una imagen.

Esta técnica implica el uso de una tinta de cristal líquido sensible a la temperatura. Este material, contenido en pequeñas cápsulas en el papel, es capaz de detectar los cambios de electricidad que provocamos al tocar con los dedos.

Por el momento la capacidad táctil que tiene el papel con esta técnica es limitada. Nada comparado a lo que estamos acostumbrados en las pantallas de los más modernos dispositivos. Sin embargo, es un primer paso para añadir interactividad a lo que aparece reflejado en una hoja.

A partir de este desarrollo podría haber nuevos avances que dotaran al papel de una funcionalidad que ahora no tiene, reinventándolo como soporte.

¿Hubo un diluvio universal?

Hace apenas una semana un grupo de investigadores anunció un descubrimiento inaudito. Nada más y nada menos que el Arca de Noé. Se encontraría, según ellos, bajo el hielo del Monte Ararat (Turquía), y consistiría en una nave de cerca de unos 7,5 metros de ancho y 37,5 metros de longitud. Este anuncio, cierto o no, vuelve a poner de relieve la incógnita de si existió realmente el Diluvio Universal. Por extraño que parezca, en esta ocasión religión y ciencia llegan a alcanzar un mínimo punto de encuentro.

La comunidad científica jamás ha dado por verídica la hazaña de Noé ni tampoco que se produjera una lluvia de semejantes proporciones, aunque una amplia parte de ella sí que considera probable una gran inundación en la Antigüedad que diera lugar a la leyenda. Según la NASA, esta pudo tener su origen en un meteorito. Este habría hecho explosión sobre la capa de hielo que cubría Norteamérica, derritiéndolo y causando una serie de tsunamis que hubieran afectado a determinadas partes del globo.

La teoría más compartida ha sido formulada por los geólogos marinos William Ryan y Walter Pitman. Sostienen que el fenómeno se habría producido hace 7.500 años en lo que hoy conocemos como Mar Negro, en aquel tiempo un lago de agua dulce de mucho menor tamaño y habitado en sus orillas. De algún modo, el Mediterráneo se habría abierto paso a través del Estrecho del Bósforo, haciendo crecer el caudal del Mar Negro a un ritmo de entre 15 y 30 centímetros por día.

Basan su teoría en el hallazgo tanto de fósiles de moluscos de agua dulce como salada contemporáneos en un mismo espacio, algo imposible de explicar.

Otras hipótesis señalan como causa probable una intensa actividad sísmica en la zona del Mediterráneo, que hubiese originado igualmente una serie de tsunamis que golpearon la costa con violencia. En cualquier caso, la ciencia, a diferencia de la religión, circunscribe el diluvio a determinadas zonas concretas sin darle jamás el carácter universal.

La posibilidad de que ocurra un fenómeno semejante al que defiende la ciencia no es tan lejana como parece, con la salvedad de que esta vez sí sería general y afectaría a miles de millones de personas. La causa no es otra que el calentamiento global y la fusión de los casquetes polares. La crecida de los océanos podría sumergir en las profundidades marinas a cientos de ciudades en todo el mundo, transformando la civilización tal y como la conocemos.